el poder de la gente de las vitaminas

¿Por qué tantos estadounidenses están tomando pastillas que posiblemente no hagan absolutamente nada? La mitad del país toma vitaminas regularmente, convencidos de que son esenciales para la salud. ¿La verdad? La mayoría no las necesita. Para nada.

Hemos construido toda una mitología cultural alrededor de estas pequeñas cápsulas. Solo existen 13 vitaminas reales en la nutrición humana—A, D, E, K, C y la familia B—sin embargo, el término «vitamina» se ha convertido en oro de marketing. Las empresas pegan la palabra en productos más rápido de lo que puedes decir «efecto placebo».

La gente toma vitaminas por razones extrañas más allá de la nutrición real. Son una forma de señalización social—»¡Mira qué consciente soy de la salud!»—y son talismanes de productividad. ¡Toma una B12 y de repente eres superhumano! (En realidad no.) Estos hábitos reflejan nuestra sociedad individualista y obsesionada con la tecnología que valora la energía y el rendimiento constantes. Muy capitalista de nuestra parte.

Las vitaminas sí importan científicamente. Apoyan las vías metabólicas básicas, la producción de energía y las funciones neuronales. Sin ellas, contraerías escorbuto o raquitismo. Cosas desagradables. Pero la mayoría de los estadounidenses no son marineros del siglo XVIII viviendo de galletas duras y ron.

La brecha entre la realidad científica y la percepción pública es tan amplia como el Gran Cañón. Muchas afirmaciones sobre los suplementos se basan en la bioquímica teórica en lugar de evidencia real. La gente cree que las vitaminas los harán más agudos, más fuertes, mejores—a pesar de los mínimos datos que respaldan estas esperanzas.

Ciertos grupos realmente se benefician de los suplementos. Los veganos pueden necesitar B12. Las personas en climas nórdicos nublados a menudo necesitan vitamina D. Pero la persona promedio que come razonablemente bien? Probablemente cubierta.

Los funcionarios de salud pública siguen tratando de decirnos: coman alimentos reales. Verduras. Frutas. Granos integrales. Pero las pastillas son más fáciles que las verduras, ¿verdad? Según un estudio de 2011, sin las vitaminas sintéticas añadidas a nuestros alimentos, la mayoría de los estadounidenses serían deficientes en múltiples nutrientes esenciales.

La industria de las vitaminas ha dominado la explotación de nuestro deseo de soluciones rápidas y nuestro miedo a la inadecuación. A pesar del bombo publicitario, se debe fomentar el examen crítico de la eficacia de las vitaminas entre los consumidores que toman decisiones sobre la salud. Queremos creer que estas pequeñas pastillas tienen poderes mágicos. No los tienen. Son solo nutrientes—importantes, pero no hacedores de milagros.